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Este relato lo presenté al tercer Torneo de Duelistas. El sistema del torneo es que cada participante escribe un relato de quinientas palabras basado en un tema que le dan y lo enfrentan al relato de otro escritor. En el caso de El Infierno el tema era Objetos Perdidos.

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El Infierno

Las sirenas de bombardeo despertaron a la familia Köllner de un ya intranquilo sueño. Al menos despertaron a lo que quedaba de ella, el padre y los dos hijos hacía tiempo que se habían unido a la Wehrmacht, siguiendo el patriótico discurso de su Führer, y, posiblemente, no volverían jamás del frente.

La joven Agatha sacó a la pequeña Lisa de la cama y ambas salieron corriendo hacia el búnker antiaéreo dos calles más abajo. En apenas unos minutos las calles se habían convertido en un hervidero de gente luchando por llegar lo antes posible al único edificio seguro de la zona norte de Dresde. En el ajetreo un hombre arrolló a la familia tirando a ambas al suelo. Agatha puso a su hija en pie y tiró de ella mientras la niña lloraba desconsolada:
– Mama, ich hab Herr Rudolph verloren. [Mamá, he perdido al señor Rudolph.]
– Wir haben keine Zeit schatz. [No tenemos tiempo cariño.]
El reno de peluche quedó abandonado junto a la destrozada acera mientras madre e hija corrían a refugiarse de las letales bombas.


El escuadrón de Avro Lancasters británico tenía sus órdenes: acabar con la resistencia alemana en la ciudad de Dresde. Pero para el capitán John Anderson hacía tiempo que no quedaba una resistencia con la que acabar. John cogió el pequeño T-Rex de juguete que le había regalado su hijo pequeño esperando volver a casa para jugar con él.

Las balas explosivas de una de las baterías antiaéreas alemanas convirtieron el avión en un infierno de metal y llamas que, al estrellarse, esparció sus restos por toda la ciudad.


La compañía Foxtrot del 101 de paracaidistas del ejército estadounidense avanzaba lentamente por las calles de lo que antaño se podía haber llamado una próspera ciudad pero que ahora no eran más que escombros y edificios en ruinas. Su medio centenar de hombres había entrado en Dresde al alba y de momento no habían encontrado una gran oposición del ejército alemán.

El sargento Joe Miller había tenido el dudoso honor de encabezar la marcha de la compañía. Nadie escuchó el disparo. Lo siguiente que supo Joe es que sus piernas le fallaban y que caía junto a un agujero, probablemente provocado por la artillería estadounidense.
– ¡Francotirador! – las voces de sus compañeros le llegaban sin fuerza, como si una pared de hormigón se interpusiera entre él y ellos.
El sanitario consiguió llegar hasta él y alzarle en hombros. Antes de perder el conocimiento Joe pudo vislumbrar un reno de peluche y dinosaurio de plástico en el agujero donde había caído. Parecía imposible que siguieran intactos, como si ambos se hubiesen protegido el uno al otro.

El último pensamiento de Joe para los posibles dueños de esos juguetes y se dijo a si mismo que la guerra sólo servía para eso: para llenar las calles de objetos perdidos que nadie volvería a recuperar.

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Gracias por tomaros el tiempo de leerlo: ¿os ha gustado? ¡Comentad abajo!

3 comentarios :

  1. ¡Wala! Me ha gustado mucho, sobre todo la ambientación que has conseguido en tan poco tiempo. A ver si cuelgas más relatos :)

    Un saludo!

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  2. @Nyx y Creador de Mundos: Muchas gracias ^^ En un principio quedan, por lo menos, otros tres relatos para el torneo así que caerán otros tres relatos más.

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  3. Me ha gustado, y me ha llamado la atención que hayas añadido frases en alemàn. Bien hecho ;)

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